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29 El profeta recogió el cadáver del hombre de Dios, lo cargó en el burro y regresó con él a su ciudad para hacerle duelo y enterrarlo. 30 Lo enterró en su propia sepultura y le cantaron la elegía “¡Ay, hermano mío!”. 31 Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:

— Cuando yo muera, entiérrenme en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios y pongan mis huesos junto a los suyos;

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